jueves, agosto 23, 2007

Anillada


Sara seguia tendida en la cama, a pesar de que la luz asaltaba ya sin ningún pudor su alcoba.
Había dejado la ventana entreabierta por la noche y septiembre respiraba su fresco aliento sobre la habitación, bamboleando las blancas cortinas y acariciando levemente el rostro de Sara…
Sin darse apenas cuenta su perezosa mano paseó hasta su sexo, el tacto de las anillas en sus dedos, la punzada de dolor que sintió al acariciarse antes de tropezar con ellas, le recordó de nuevo esa extraña y dulce sensación de saberse anillada para su Dueño…
Sonrió sin dejar de pensar en aquella tarde, semanas atrás cuando su Amo la sorprendió al conducirla hasta una tienda de piercings.
Se sintió emocionada al descubrir que su Amo deseaba anillarla, marcarla para siempre como suya…
El dolor que laceró su depilado sexo tan sólo la hacía sentir más propiedad de su Amo, se sentía inmensamente feliz, orgullosa de que él hubiese decidido que llegara ese momento…
Su mano siguió jugueteando con las anillas mientras seguía recordando…La primera vez que él le expresó su deseo de anillarla, sus temores a que la marcara siendo que apenas eran aún unos desconocidos…

Y cómo en el transcurso de los meses dejo a un lado todas sus dudas para anhelar cada vez más que él decidiera que había llegado el momento, incluso temiendo que él hubiese dejado a un lado ese pensamiento…
Y ahora marcada, anillada para su Amo se sentía inmensamente agradecida porque él había decidido que ella merecía este honor, y tan sólo podía desear que pronto estuviesen de nuevo juntos, las heridas ya habían cicatrizado y Sara anhelaba que su Amo la usara, que disfrutara de su cuerpo, sentirse la perra que él había forjado…
Sus pensamientos precipitaban la danza de la mano en su sexo pero supo que debía de detener aquel vaivén, húmeda y deseosa ya por el deseo…Él le había prohibido tener ningún orgasmo sin su permiso, ahora todo su cuerpo le pertenecía, era él quien administraba su placer y quién decidía cuándo, dónde... Y no deseaba contrariarle ni enojarle, y preferia evitar un castigo por ese motivo...
Se desperezó y se levantó de la cama, estuvo un rato mirándose frente al viejo espejo, cómplice de tantos encuentros en aquella alcoba, guardián de sus más íntimos secretos…
Se sentía hermosa, más deseable que nunca, asi anillada, más perra, más esclava, ya para siempre de su Dueño…

miércoles, febrero 14, 2007

Vidas Secretas (V)


Intento apartar su rostro que era regado sin tregua por el dorado líquido.
El amargo sabor se deslizaba sin piedad abriendose paso entre sus labios, su boca, su garganta…Timothy la obligaba con sus palabras, a continuar engullendo toda aquella sustancia procedente del cuenco, que seguía derramando sin cesar sobre su entreabierta boca…
Ella se quejaba e intentaba liberarse vanamente de aquel suplicio, pero si se movía mucho el líquido se derramaba por fuera de su boca, y ese resultado era peor…
Cuando él se detuvo pensó que ya había finalizado su castigo, pero se había equivocado.
Tras unos momentos de silencio en los que no sabía que sucedía ni que estaba haciendo Timothy salió de dudas.
Agujas ardientes de cera cayeron como lluvia sobre su piel.
Sentía la cera en sus pezones, en su pecho, él fue bajando hasta su sexo mientras ella pensaba que ya no podía resistir más aquella calida tortura…
Tras unos momentos de incertidumbre y reposo, lentamente Timothy se tumbo sobre ella, sintiendo su cuerpo poseído por el peso del hombre.
Le aparto el antifaz, deslizándolo hasta su frente y la miro escrudiñando sus ojos…
Ella no pudo evitar llorar, se sintió vulnerable, perdida, envuelta por aquella humedad que la asfixiaba minando toda resistencia…
- Estas sucia, sabes a que hueles? – Le preguntó Timothy mirándola fijamente.
Andrea cerró los ojos, sentía que había perdido aquella batalla contra si misma y no podía mantener la mirada de Timothy.
- No cierres los ojos Andrea o volveré a ponerte las pinzas en los pezones –afirmó Timothy mientras liberaba su boca de aquel empapado trapo con el que había acallado sus quejas.
Ella intentaba sostener su mirada pero las lágrimas seguían invadiendo sus ojos.
Timothy hundió su sexo en su cuerpo, y ella tan sólo pudo sentir que le deseaba cada vez más…
Atada en cruz en la cama, su cuerpo se balanceaba al compás del ritmo que Timothy marcaba.
A veces él la besaba en los labios y ella se sentía agradecida de que él fuese capaz de sellar su boca con besos a pesar de sentirse tan sucia.
Su cuerpo se convulsiono sin apenas anunciarse, arqueándo de placer su espalda, estremecida por un orgasmo que inundo su ser de paz…
Timothy la miraba en silencio mientras ella recuperaba el aliento.
- ¿Ya sabes que eres una perrita viciosa? ¿Te das cuenta que incluso sucia has sido capaz de sentir placer? ¿Ya no te importa lo que pueda pensar de ti?...
- ¿Por qué me humillas así?...- fue todo lo que pudo responderle mirándole mientras seguía llorando...
Se sentía confundida, el brutal orgasmo la había dejado un poco desconcertada, pero no quería pensar en nada, en ese momento prefería no pensar y siguió moviéndose levemente intentando seguir sintiendo en sus entrañas a Timothy…
- Has vuelto a olvidarte de pedirme permiso para correrte Andrea…
- Lo siento…- se disculpo ella
- Levántate – respondió él, tras retirarse de su cuerpo.
Andrea se levanto perezosamente y Timothy la aferro de la mano, conduciéndola hasta el baño de la habitación de los invitados.
Una vez allí la hizo pasar dentro de la cabina de ducha.
- Cierra los ojos, no los abras hasta que yo te lo indique – le ordenó.
Andrea cerró los ojos y espero expectante.
Lo cierto es que tan sólo ansiaba sentir el agua y el jabón sobre su piel, deseaba lavarse el cabello, deslizar la espuma por cada centímetro de su piel, quería sentirse limpia, atractiva, deseable…
Escucho los pasos de Timothy acercándose, no sabía que más podía esperar…
Y el frío y dorado líquido de nuevo fue derramado sobre su cabeza…
Abrió los ojos sorprendida y sobresaltada y estalló en llanto.
- Vaya, ¿tú no eras la que nunca lloraba? …- le inquirió Timothy…
Andrea no pudo responder, se abandono a esas lágrimas que parecían purificar su alma, vaciarla de todo cuanto fue antes, y convertirla en una nueva mujer.
Ya no podía haber más orgullo ni resistencia en ella, pertenecía a Timothy.
Él la dejo sola un rato en la ducha, entro un par de veces para ver si se encontraba bien.
Ella siguió enjabonándose, intentando desprenderse de todo lo que había vivido, de todo lo mal que lo había pasado en los momentos previos.
Cuando estaba terminando de secarse con la toalla entró de nuevo Timothy y se detuvo frente a ella.
- Dime Andrea, ¿deseas abrazarme o abofetearme? - preguntó Timothy con el semblante serio y gravedad en su voz.
- Deseo abrazarme a ti – respondió ella feliz.
La toalla se deslizó hasta el suelo, ella se abrazó a su Amo, hundió su cara en su pecho y supo que era suya, como jamás lo había sido de nadie…

domingo, febrero 04, 2007

Vidas Secretas (IV)


Veinticuatro horas


Andrea se incorporó y permaneció sentada en la cama, sin tapar su desnudez, observando con frialdad el crispado rostro de Timothy, mientras su amante se vestía con rapidez queriendo escapar lo antes posible de aquella habitación y de la casa donde parecía estar fraguándose una tempestad de hechos y palabras.
Cuando la puerta de la calle se cerró Timothy por fin reaccionó abandonando la mudez en la que se había sumido desde que descubrió a Andrea con otro, en su cama.
Un derrotado Timothy se acerco hasta la cama y musitó:
- ¿Por qué Andrea? ¿Por qué?
Ella sin bajar su mirada, con la sombra de la venganza danzando en sus ojos, sonrió al responderle:
- Quiero mi libertad Timothy, esto se ha terminado, no soy feliz a tu lado, no deseo darme más a ti.
Timothy se sentó en la cama, intentaba descubrir en el rostro de aquella mujer a su amada esclava pero parecía una desconocida la que con una sonrisa irónica le hablaba y miraba.
Y fue en aquel momento cuando Timothy sintió que ella le pertenecía, que siempre iba a ser así y que quizás no estaba todo perdido.
Sin mediar palabra la agarró de sus cabellos y aproximó su boca a sus oídos para susurrarle esta vez:
- No puedes pedirme la libertad Andrea, te la daré yo, cuando yo quiera. ¿Has olvidado que soy tu Amo?
Andrea le miro sorprendida, aquel estirón de pelo pareció al mismo tiempo sacudir su alma y despertar viejas sensaciones olvidadas.
Timothy con su otra mano libre, le propinó una sonora bofetada en su mejilla.
- Responde Andrea… ¿quién soy?...
Ella bajo la mirada y nada respondió, deseaba resistirse a aquella sumisión que durante años había sido su modo de vida y relación con Timothy, no tenía ya sentido seguir desempeñando aquel rol…Pero sentir a Timothy imponiéndose a su voluntad, tan sólo con su voz y un gesto era un hecho que le desconcertaba.
Timothy recrudeció con más fuerza el estirón de cabellos mientras volvía a susurrarle al oído:
- Dame veinticuatros horas Andrea, sólo veinticuatro horas, mañana te preguntaré si quieres ser libre, si así lo deseas te liberaré…para siempre…Si tu respuesta es no, no habrá ya otra oportunidad para ti, tu condición será ya por siempre la de ser mi esclava y viviras para mí.
Andrea sin saber porque se sorprendió a si misma asintiendo con la cabeza. Podría haber elegido ser libre ya, pero parecía que su alma se resistía a abandonar aquel cautiverio y quiso darse por última vez a Timothy, serían tan sólo veinticuatro horas más de su vida…No era nada de tiempo comparado con todo lo que le quedaba por vivir…Veinticuatro horas.
- Gracias Andrea. Espera aquí tumbada. No te muevas – le dijo Timothy mirándola conmovido mientras la gratitud brillaba en sus ojos.
Acto seguido la despojo de las sabanas, mientras ella se acurrucaba, tenía frío…
Observo en silencio como Timothy salía de la habitación, pero no oso volverse a cubrir con las sabanas.
Cuando él entró de nuevo en la habitación no tuvo tiempo de ver que llevaba en las manos, ya que él cubrió su cabeza con una capucha negra, tan sólo un agujero en la zona de los labios le permitía no sentirse totalmente prisionera de aquella oscuridad.
Delicadamente las manos de Timothy abrocharon sendas muñequeras a sus tobillos y después a sus muñecas.
Andrea oía las cuerdas deslizarse entre las argollas de las muñequeras, suponía que Timothy estaba atándola a la cama.
Ella permanecía quieta, le encantaba que Timothy la atara, se sentía mimada y cuidada cuando él atrapaba su cuerpo entre cuerdas y la hacía sentir indefensa, a su total disposición…Sin poder escapar de su Amo, sometida a su voluntad…
Hacia mucho tiempo que Timothy había perdido aquella costumbre que ella había añorado en secreto…
Inesperadamente sintió aquellos aguijones, primero en los labios menores de su sexo, supuso que eran pinzas hincándose en su piel, intento retorcerse de dolor pero las ataduras le concedían escasa movilidad…
- No quiero oírte gritar Andrea, si gritas habrá más pinzas para tu sexo .
Ella intento serenarse pero antes de recuperar el aliento de nuevo los aguijones profanaron su piel, esta vez en sus pezones.
No pudo contener un grito.
Timothy cruzó su cara con una bofetada.
- No grites!
Intentó acallar sus gemidos de dolor, siempre había soportado muy mal las pinzas en sus pezones y aquel día Timothy parecía haberse ensañado con esa zona de su cuerpo.
Timothy la despojo de la capucha, y pudo ver su rostro mientras él la contemplaba.
- Estas guapa, muy guapa…Andrea…
Ella siguio mirandole fijamente sin musitar ninguna palabra, sentía cierto temor ante Timothy que parecía aquella tarde obrar al margen de lo que ella pudiera sentir, quejarse o sufrir.
Tras contemplarla un rato en silencio le cubrió los ojos con un antifaz y tras ordenarle abrir la boca le introdujo un pequeño trapo en su interior.
- Ahora ya no podrás gritar… Abre la boca..Así...- le dijo Timothy mientras acercaba a la cama en sus manos un cuenco que había depositado previamente en el suelo.
Andrea abrió la boca, obediente...Expectante, intentando adivinar en aquellos sonidos de Timothy aproximándose a ella que era lo que iba a suceder a continuación...
Un líquido de sabor amargo e íntenso fue derramado en su boca, empapando aquel trapo q había en su lengua, enmudeciendo su voz, fue sintiendo como el líquido salpicaba su cuello, sus hombros, imagino su melena humedecida también y sintió una tremenda repugnancia, aquel sabor tan peculiar y desagradable sólo podía ser de ...